
1. Si tienes instrucciones específicas para un trabajo, no las compartas. Guárdalas para cuando el trabajo esté por entregarse. Me encanta madrugar en la oficina para rectificar errores antes de la presentación a las 8 a.m.
2. Si hago un buen trabajo, no me lo digas no tengo ningún derecho a ser considerado. Aprópiate de mis ideas, eso me motiva a seguir siendo creativo.
3. Si es un trabajo urgente, interrúmpeme cada 10 minutos para preguntar como voy. Me encanta estar al borde de un infarto. ¡Eso me hace sentir vivo!
4. Si me entregas varios trabajos para hacer a la vez, no me digas cuál es prioritario, siempre tengo una bola de mágica en mi escritorio para leer tus pensamientos.
5. Espera a mi revisión del desempeño para explicarme mis metas, califícame mal y no me des un bono. Total, no estoy aquí por el dinero.
Por más gracioso que estos ejemplos puedan parecer, la verdad es que esto ocurre más a menudo de lo que pensamos. Lo preocupante es que muchos jefes o gerentes no se dan cuenta de estos errores.
Y tú ¿qué le dirías a tu jefe?, ¿Qué te molesta de él?
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