Más allá de estadísticas y reportes hay en el destino de los países algo similar a la suerte, ese sentimiento intangible que, de pronto, invade el ánimo de la gente y le hace pensar que está pasando por un buen, a veces excelente, momento. Algo así parece estarle ocurriendo al Perú en estos tiempos.
En julio pasado mi mujer y yo visitamos Perú para pasar unos días de vacaciones y conversar con amigos del mundo académico y empresarial.
Caminamos largamente por las calles del centro histórico de Lima y los barrios de Barranco, Miraflores y San Isidro, nos dejamos acariciar por la suave brisa del Pacífico, hurgamos en las librerías del óvalo Gutiérrez y en las callejuelas de Cuzco, comimos el mejor ceviche del mundo, y dondequiera daba la impresión de que, con independencia de la timidez de los peruanos, el cielo siempre gris y las alarmas, reales por lo demás, que emiten los problemas de inseguridad urbana, corrupción o narcotráfico, Perú quizá se ha reconciliado con su pasado e ingresado, tras décadas de dictaduras, populismos y guerrillas, en una era de certidumbre y relativa bonanza.
Sus últimos dos presidentes, Alejandro Toledo y Alan García, han gobernado con eficacia y sentido común. La economía tendrá este año un crecimiento por arriba del 8 por ciento, el segundo más alto en América Latina; las exportaciones un 36% y la inversión extranjera directa llegará a unos 20 mil millones de dólares en el próximo diciembre.
La industria editorial se observa vibrante con estupendos escritores, como Alonso Cueto, Fernando Iwasaki, o, desde España, Santiago Roncagliolo; el turismo internacional abarrota los distintos hoteles y regiones del país y los electores peruanos tuvieron la sensatez de evitar el triunfo de Ollanta Humala, un desquiciado en la línea de Chávez, Evo, Ortega y AMLO que compitió por la presidencia.
A partir del mes pasado el museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, está presentando Todo o nada, una formidable exposición del peruano Mario Testino, considerado el mejor fotógrafo de moda en el mundo. Gastón Acurio, el principal restaurador de ese país y para algunos el mejor chef latinoamericano, se ha convertido en el gran motor de la revolución que la cocina peruana está provocando poco a poco en muchos países. El proyecto-libro 101 razones para estar orgullosos del Perú se volvió el mejor termómetro del ánimo colectivo, y, como cereza en el helado, la Academia Sueca ha galardonado a Mario Vargas Llosa con el Nobel de literatura. En fin.
Es, desde luego, una discusión bizantina averiguar si los méritos de cada quién son consecuencia del país donde ha nacido. No es el caso. Lo relevante es que, vengan de donde vengan, son un combustible formidable para mejorar, promover y alegrar el ímpetu y la energía de los pueblos. Perú está de suerte, sin duda. Y por buenas razones.
Para Mas Informacion Visitanos en:http://www.trabajoperuano.com
En julio pasado mi mujer y yo visitamos Perú para pasar unos días de vacaciones y conversar con amigos del mundo académico y empresarial.
Caminamos largamente por las calles del centro histórico de Lima y los barrios de Barranco, Miraflores y San Isidro, nos dejamos acariciar por la suave brisa del Pacífico, hurgamos en las librerías del óvalo Gutiérrez y en las callejuelas de Cuzco, comimos el mejor ceviche del mundo, y dondequiera daba la impresión de que, con independencia de la timidez de los peruanos, el cielo siempre gris y las alarmas, reales por lo demás, que emiten los problemas de inseguridad urbana, corrupción o narcotráfico, Perú quizá se ha reconciliado con su pasado e ingresado, tras décadas de dictaduras, populismos y guerrillas, en una era de certidumbre y relativa bonanza.
Sus últimos dos presidentes, Alejandro Toledo y Alan García, han gobernado con eficacia y sentido común. La economía tendrá este año un crecimiento por arriba del 8 por ciento, el segundo más alto en América Latina; las exportaciones un 36% y la inversión extranjera directa llegará a unos 20 mil millones de dólares en el próximo diciembre.
La industria editorial se observa vibrante con estupendos escritores, como Alonso Cueto, Fernando Iwasaki, o, desde España, Santiago Roncagliolo; el turismo internacional abarrota los distintos hoteles y regiones del país y los electores peruanos tuvieron la sensatez de evitar el triunfo de Ollanta Humala, un desquiciado en la línea de Chávez, Evo, Ortega y AMLO que compitió por la presidencia.
A partir del mes pasado el museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, está presentando Todo o nada, una formidable exposición del peruano Mario Testino, considerado el mejor fotógrafo de moda en el mundo. Gastón Acurio, el principal restaurador de ese país y para algunos el mejor chef latinoamericano, se ha convertido en el gran motor de la revolución que la cocina peruana está provocando poco a poco en muchos países. El proyecto-libro 101 razones para estar orgullosos del Perú se volvió el mejor termómetro del ánimo colectivo, y, como cereza en el helado, la Academia Sueca ha galardonado a Mario Vargas Llosa con el Nobel de literatura. En fin.
Es, desde luego, una discusión bizantina averiguar si los méritos de cada quién son consecuencia del país donde ha nacido. No es el caso. Lo relevante es que, vengan de donde vengan, son un combustible formidable para mejorar, promover y alegrar el ímpetu y la energía de los pueblos. Perú está de suerte, sin duda. Y por buenas razones.
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