Del Virreinato peruano nacieron los Virreinatos de Nueva Granada y Río de la plata; del primero nacieron: Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador con parte del Perú; del Segundo Argentina, Uruguay y Paraguay y del Virreinato peruano Bolivia y la Capitanía General, Chile, desmembrándose Guayaquil para formar el Ecuador. Arequipa, era llamada a ser república por la posesión geográfica en que se encontraba, se frustró su destino porque decidió ser peruana, decidió ser parte del Perú y sólo queda en la historia como un recuerdo. Francisco Mostajo nos dice: “… Destinos truncos son los de Arequipa y sus hijos. Dos veces para realizarlos, nuestra ciudad: cuando en el coloniaje, debió centrarse en ella una Audiencia, que si así hubiera sido, habría sido ella, a la hora de la Independencia, el centro de un gran Estado; y cuando, en la República advino la confederación, que si no la hubieran derrumbado, habría sido Arequipa, tarde o temprano, la capital de ese sistema político, urbe tentacular en remoto futuro. Recordad que Melgar se inmoló, sin llegar a ser gran poeta que había en él; Quiroz, cerró los ojos, cuando San Martín desembarcaba en Pisco, con la bandera de la libertad; el Deán Valdivia jamás vio a Arequipa como él la soñó señora del Sur, y su ideología ultrademocrática tuvo que decapitarla con la claudicación, Garaycochea el genial matemático dejó incompleta su obra para que se publicase medio siglo después de su muerte, Mateo Paz Soldán, lo mismo con su Geografía del Perú, tan saturada de peruanismos, que tuvo que completar su laborioso hermano, Manuel Toribio Ureta no culminó en la Presidencia de la República, a lo cual lo empujaban sus méritos y un sector de la ciudadanía antimilitarista, Toribio Pacheco descendió al sepulcro dejando sin concluir su Tratado de Derecho Civil, faro de la Jurisprudencia nacional, luciente hasta hoy y Gustavo Cornejo apenas alcanzó vida para publicar algunos volúmenes del sistema integral de comento de nuestra legislación. Solo rematan García Calderón como jurista y Piérola como estadista. I ahora deteneos a meditar al margen del río de ondas ya límpidas como un sueño, ya turbias como una pasión.” Arequipa República, quedó como anhelo, el mismo que incentiva nuestro acendrado regionalismo.
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